El estrecho de Messina, un puente submarino que separa la isla de Sicilia de la península itálica, es el área con mayor densidad de basura marina conocida en todo el mundo, con más de un millón de objetos por kilómetro cuadrado en algunos puntos.
Así lo constata un nuevo estudio publicado en la revista Environmental Research Letters y firmado por los expertos Miquel Canals, de la Facultad de Ciencias de la Tierra de la Universidad de Barcelona (UB), y Georg Hanke, del Joint Research Centre (JRC) de la Comisión Europea. El trabajo también alerta de que el volumen de desechos vertidos en los mares podría superar los tres billones de toneladas métricas en los próximos treinta años.
Dirigida por la Universidad de Barcelona, esta publicación científica compila los resultados de la sesión sobre macrobasura marina que tuvo lugar en mayo de 2018, promovida por el Joint Research Centre (JRC) de la Comisión Europea y el Instituto Alfred Wegener (AWI) en Alemania. Un equipo de veinticinco científicos de todo el mundo se reunió para abordar aspectos como la necesidad de disponer de datos científicos, consensuar metodologías y potenciar estrategias para el desarrollo de futuros estudios en este ámbito.
El artículo resultante aporta una síntesis del conocimiento actual sobre los materiales de origen humano depositados en los fondos marinos y revisa las metodologías para mejorar los trabajos futuros. En él «se destaca la necesidad de entender la existencia, la distribución y la cantidad de desechos para poder dar información detallada sobre las medidas (políticas) adecuadas», explica Georg Hanke, quien añade que «el trabajo también muestra la necesidad de utilizar nuevas metodologías — otros enfoques— para cubrir las áreas que no se han tenido en cuenta antes, y proporciona herramientas que permiten evaluaciones cuantitativas como las que recoge la Directiva marco sobre la estrategia marina (MSFD)».
También firman el artículo cerca de una treintena de expertos de la Universidad de las Azores (Portugal), el Instituto Alfred Wegener (Alemania), la Universidad de Utrecht (Países Bajos), el Instituto de Investigaciones Marinas de Bergen (Noruega), la Secretaría del Convenio de Barcelona para la protección del mar Mediterráneo, el Instituto de Investigación del Acuario de la Bahía de Monterey (MBARI, California, EE. UU.), el Instituto de Investigación para el Cambio Global de la Agencia Japonesa de Ciencia y Tecnología Marina y Terrestre (JAMSTEC), el Instituto Francés de Investigación para la Explotación del Mar (IFREMER) y la Universidad de Oxford (Reino Unido), entre otras instituciones.
Los fondos oceánicos se han convertido en grandes vertederos de basuras y otros residuos derivados de la actividad humana. Es probable que los vertederos más importantes —seguramente, en el mar profundo— aún estén por descubrir, pero ya se han encontrado plásticos en la fosa de las Marianas, a 10.900 metros de profundidad en el océano Pacífico. En algunos casos, las concentraciones de basura llegan a densidades comparables a las de los grandes vertederos terrestres, alertan los expertos.
En los próximos treinta años, el volumen de restos vertidos en los mares podría superar los tres billones de toneladas métricas. (Foto: National Research Council / Universidad La Sapienza de Roma)
Pese al esfuerzo de la comunidad científica, aún no se conoce del todo el alcance de la basura marina en los fondos de los mares y océanos del planeta. «Las regiones marinas más críticamente afectadas por esta problemática son los mares cerrados o semicerrados, los fondos cercanos a la costa, las áreas marinas bajo la influencia de grandes desembocaduras fluviales y los lugares con una elevada actividad pesquera, incluso lejos de tierra firme», apunta el catedrático Miquel Canals, jefe del Grupo de Investigación Consolidado de Geociencias Marinas de la UB.
Como añade Canals, «el nivel de tratamiento de residuos de los países costeros también es decisivo: a menos tratamiento —o más deficiente—, más volumen de desechos llega al océano y, por tanto, a los fondos marinos, y esta es una problemática que afecta especialmente a los países del tercer mundo».
Plásticos, aparejos de pesca, objetos metálicos, vidrio, fragmentos de cerámica, tejidos textiles y papel son los materiales más abundantes en estos vertederos oceánicos. El relieve submarino, las características geomorfológicas y el tipo de fondo condicionan la distribución de los materiales en el lecho oceánico. La dinámica oceánica —es decir, procesos como las cascadas de aguas densas, las corrientes marinas o los temporales— facilita la dispersión y el transporte de la suciedad por los océanos, desde las costas hasta las llanuras abisales, a miles de metros de profundidad. Sin embargo, estos factores no tienen lugar en todos los ecosistemas oceánicos y, además, a lo largo del tiempo varían de intensidad.
Por un efecto gravitatorio, los desechos suelen ser transportados por las regiones marinas donde circulan corrientes de densidad —cañones y otros valles submarinos— y donde se concentran las líneas de flujo, como es el caso del entorno de los grandes relieves submarinos. Finalmente, los materiales transportados por la dinámica oceánica se acumulan en depresiones y en áreas marinas más calmadas.
La dispersión y la acumulación de la basura en los fondos oceánicos también dependen de las características de los materiales vertidos. Se calcula que el 62% de los desechos acumulados en los fondos marinos son plásticos, «que son relativamente ligeros y fácilmente transportables a grandes distancias», apunta Canals. «En cambio —puntualiza—, los objetos pesados como barriles, cables o redes suelen quedarse en el punto donde se depositaron o se pegaron inicialmente».
La basura es una nueva amenaza para la biodiversidad marina. Se sabe que cerca de setecientas especies ya están afectadas de diversas formas por esta problemática, el 17% de las cuales están incluidas en la Lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). En el caso de las artes de pesca enrocadas en los fondos marinos, los utensilios causan un grave impacto ecológico durante décadas por el efecto de la pesca fantasma. La lenta descomposición de los componentes de las redes en general, polímeros de gran resistencia— agrava aún más los efectos perjudiciales de este tipo de desechos.
Otras actividades humanas —dragados, pesca de arrastre, etc.— generan una dispersión secundaria que moviliza y fragmenta aún más los desechos de los fondos marinos. Además, los desperdicios acumulados pueden atrapar fácilmente otros objetos, generándose así grandes depósitos de basura. Paradójicamente, algunos desechos aumentan la heterogeneidad del sustrato, lo que puede beneficiar a algunos organismos. Sin embargo, algunos compuestos xenobióticos —pesticidas, herbicidas, productos farmacéuticos, metales pesados, sustancias radiactivas, etc.— son altamente resistentes a la degradación y ponen en peligro la vida marina. En cualquier caso, el alcance de los efectos de los desechos en los hábitats de las grandes hondonadas marinas es un capítulo que la comunidad científica tiene todavía por escribir.
«En el caso del Mediterráneo —apunta Miquel Canals— la basura marina ha generado una grave problemática ecológica. En algunos fondos marinos cercanos a la costa catalana hay grandes acumulaciones de desechos. Cuando hay temporales fuertes, como el Gloria, en enero de 2020, las olas escupen a las playas parte de esos desperdicios. Algunas playas del país quedaron literalmente pavimentadas con desechos, circunstancia que, indirectamente, muestra hasta qué punto hay basura en los fondos cercanos a la costa. También en algunos cañones submarinos, aguas afuera de Cataluña, hay concentraciones considerables de desechos».
Los materiales acumulados en las playas y la basura flotante se pueden identificar y controlar con métodos sencillos y de bajo coste. Por el contrario, estudiar la basura del fondo marino supone un desafío tecnológico, cuya complejidad aumenta con la profundidad y la dificultad para acceder a las áreas remotas. El estudio revisa metodologías capaces de muestrear los desechos del fondo y otras basadas en observaciones in situ.
La aplicación de nuevas tecnologías ha permitido avanzar en el análisis del estado medioambiental de los fondos marinos en distintas latitudes. En concreto, el uso de vehículos submarinos no tripulados dirigidos por control remoto (ROV) es fundamental para la observación in situ, a pesar de sus limitaciones para muestrear o extraer el material depositado en los fondos. Otras tecnologías más clásicas —como el muestreo por arrastre— también presentan limitaciones a la hora de determinar la posición en el fondo de los objetos muestreados. «Las metodologías futuras deben contribuir a facilitar la comparación de los datos científicos obtenidos en diferentes lugares. También habría que facilitar que los esfuerzos de observación y muestreo generen conjuntos de datos consistentes, un aspecto que todavía estamos lejos de conseguir», apunta Canals.
Es preciso disponer de conocimientos y datos sobre la basura del fondo marino para poder implementar la Directiva marco sobre la estrategia marina (MSFD) y otras directrices de políticas internacionales y acuerdos mundiales. La nueva publicación muestra cómo la investigación puede aportar información decisiva para los marcos internacionales de protección y conservación y contribuir de ese modo a priorizar los esfuerzos y las medidas contra los desechos marinos y sus graves efectos ambientales.
Así, los autores advierten sobre la necesidad de impulsar políticas específicas para minimizar esta grave problemática medioambiental. El trabajo también hace hincapié en el debate sobre la eliminación de la basura del fondo marino, una alternativa de gestión que debería ser segura y eficiente.
«La basura marina ha llegado a los lugares más remotos del océano, incluso a los menos (o nunca) frecuentados por nuestra especie y aún no cartografiados por la ciencia», destaca Miquel Canals. «Para corregir un mal, se debe atacar la causa. Y la causa de la acumulación de basura en costas, mares y océanos, y en el planeta en general, no es otra que la generación desmedida de desechos, el descontrol en su gestión, y el poco o, a veces, nulo cuidado para evitar que se acumulen en todas partes».
(Fuente: UB)